Inevitablemente nos paseamos por el mundo contemplándolo desde
nuestro interior. A través de nuestros sentidos percibimos las cosas que nos
rodean y las juzgamos y actuamos según nuestros propios hábitos y valores. Esta
es nuestra particular realidad.
La realidad vista desde nuestro “yo” nos presenta una visión
limitada del mundo. Adoptar otras posiciones nos permitirá pasar de una forma
de “ver” algo de forma particular a verla de forma más empática o más general, permitiéndonos
acceder a nuevas formas de afrontar las situaciones.
Primera posición
Es la posición intrínseca a nosotros. Es la perspectiva del “yo
mismo”. Vivimos asociados a ella y percibimos el mundo desde este marco que delimitan nuestros sentidos. Pensamos y hacemos juicios “sobre” los demás, pero sin
ocuparnos demasiado en “conectar” con sus realidades. Esta posición nos es útil
en el desempeño de la vida cotidiana, aunque sólo sea para realizar nuestras
actividades rutinarias. Es normal ir en el tren en esta posición, cada pasajero
está con sus pensamientos y lecturas y eso no quita que observe y haga, vagamente, sus propios juicios “sobre” los demás.
Segunda posición
Es la posición en la que nos ponemos en la “piel” de otra
persona. Significa “salir” de nuestra particular visión y zambullirnos en la
realidad del otro. Ponerse en esta posición se le llama empatía. Nos resulta
muy fácil ponernos en la piel de otra persona, cuando es afín a nosotros. El amor,
la familia o la amistad establecen unos
lazos de empatía mútua, que permiten aunar
fácilmente realidades.
Sin embargo, cuando se trata de una relación con una persona
con la que no somos afines, con la que tenemos divergencias y conflictos, nos
resultará muy útil adoptar esta posición, para conocer que hay que hacer al
respecto. No se trata de ceder a su punto de vista, sino “ponernos en su lugar”
para averiguar: ¿Qué circunstancias son las suyas?, ¿Cuáles son sus objetivos?
¿Qué limitaciones tiene? ¿En qué es fuerte y en qué es débil? Ello nos dará muchísima
información del porqué actúa de una forma y no de otra y nos puede dar claves
para lograr un acercamiento o negociación.
Cuanto más pueda uno zambullirse en esta segunda posición,
más entenderá a su “rival”.
Los actores para interpretar un personaje, estudian a “fondo”
qué le mueve a ser así. Deben entender el mundo con los ojos del sujeto para representarlo de forma espontánea,
haciendo cosas, en escena, que su verdadera personalidad nunca haría en la vida
real.
Tercera posición
Situarse un poco distanciado. Observando. Esta posición nos presenta una tercera realidad. No
es ni la nuestra ni la del otro, es la del observador que mira de una forma
neutral. Como si contemplara desde una terraza. ¿Qué está pasando? ¿Cómo
interactúan esos dos? ¿Qué pretenden? Ello nos permitirá obtener una
perspectiva más general y desapegada de la situación. Increíblemente las cosas varían vistas desde
una cierta altura. Quizás veamos otra salida, una nueva forma de afrontar el conflicto, que
cegados por nuestro “ego” era imposible ver de cerca.
Que tengáis un buen día
Montse
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