Todos hemos observado que 100 euros en un bolsillo siguen distinto
camino que 100 euros en otro bolsillo; aunque los propietarios de estos respectivos
bolsillos sean personas de un mismo
nivel adquisitivo y con unos compromisos sociales parecidos. Según Maslow la satisfacción de las necesidades
fisiológicas básicas dan paso, una vez cubiertas éstas, a desarrollar necesidades y deseos más elevados. Es
evidente que si padecemos hambre o no tenemos cobijo y nos encontramos cien
euros, los emplearemos en comprar comida o mantas, pero aún así no adquiriríamos
todos, si pudiéramos elegir, la
misma clase de sustento y abrigo.
Si bien el dinero es mensurable y tangible y en un principio
su utilidad es ser un simple medio de trueque, resulta que las relaciones con él
acostumbran a ser complicadas y no siempre productivas. Tirar, despilfarrar,
guardar, gastar o invertir son formas de relacionarnos con el dinero. ¿Pero a
qué se deben? ¿Por qué actuamos de una forma u otra?
A lo largo de mi carrera profesional en el banco he asistido
con curiosidad a las diversas formas de relacionarse con el dinero. No hay dos
personas iguales. Mientras unos disfrutan acumulando el dinero en sí, velando por rentabilizar al máximo sus ahorros y su
objetivo final es ver aumentar el saldo de su libreta, otros andan
despreocupados, no les importa si su dinero rinde un 1% más o menos y aunque
tengan mucho no quieren oír hablar de inversiones ni de planes de pensiones.
Otros nunca disponen de fondos, pues si consiguen dinero, les dura muy poco y con
frecuencia no recuerdan ni siquiera en qué se lo han gastado. Son los que el
saldo de su tarjeta de crédito siempre está al límite y cuando reciben el extracto
se asustan y reclaman que les han cargado compras que no son suyas (luego
resulta que sí, pero no se acordaban). También están los muy activos, los
atentos a las promociones y que no vacilan en cambiar la nómina o la pensión al
banco vecino, porque les ofrecen un televisor de plasma. No hay que
preocuparse, cuando tu banco ofrezca las
ollas para cocinar sin aceite, su nómina regresará.
En realidad nuestros argumentos sobre la forma en que empleamos nuestro dinero es sólo
la punta del iceberg que emerge a la superficie, quedando oculto
un cúmulo de motivos, deseos y creencias que son el verdadero leitmotiv de nuestra actuación. El dinero no es sólo un
instrumento de trueque, es además un instrumento para comunicar cosas. El reto
está en que una buena parte del significado que le damos está oculto, incluso
para nosotros mismos. Podemos argumentar que necesitamos cambiar el coche,
comprar un nuevo vestido o el último iPad y dar unas explicaciones muy
prácticas y coherentes sobre la conveniencia de esta adquisición. Sin embargo sólo
es la punta del iceberg, bajo la superficie se entabla un diálogo invisible,
inaudible que con variados matices hilvana un tapiz de significaciones acerca
de lo que dice de nosotros tener o no tener este objeto.
Al darle al dinero un significado más allá del de mero instrumento de trueque, le infundimos vida, le añadimos un valor
emocional y construimos una extraña relación con él.
Existen muchos libros sobre "cómo hacerse ricos", poseer una "mente millonaria" o como "atraer la abundancia", sin embargo ni los psicólogos ni
los financieros han encontrado la fórmula del lenguaje secreto del dinero. Poderoso caballero…………….
Que tengáis un buen día.
Montse
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